Mi hija se dislocó el brazo al caerse de un tobogán.
Tenía 4 años y después de su caída, su rostro palideció y se volvió tan blanco como una sábana. El dolor era tan intenso que no sabía cómo vocalizarlo. Supuse que acababa de tener una caída cualquiera y que todo estaba bien, pero habíamos estado practicando ponerle números al dolor, así que le pregunte: «Del 1 al 10, ¿cuánto te duele?» «Diez» susurró, antes de dar paso a la cascada de lágrimas que amenazaba con ahogarla.
Inmediatamente la llevé al hospital, donde la entraron a cirugía después de tomarle radiografías. Los médicos decidieron mantenerla internada durante 4 días, para comprobar su curación. Incluso con analgésicos, estuvo muy incómoda todo el tiempo. El único alivio que tuvo fue la brevísima visita de los payasos del hospital. Dos seres encantadores y coloridos que entraron en nuestra habitación y la entretuvieron con un truco de magia.
¿Y qué crees que recuerda ahora de esta experiencia (unos 20 años después)? ¿La trama de la caída? ¿La agonía interminable? ¿El miedo de ser llevado a cirugía?
No. Todo lo que puede recordar son los payasos.
L@s clowns marcan una diferencia real en la vida de otras personas. Deja salir a tu #clown a diario.
Caroline Dream
www.cursosdeclown.com